El sanador morisco contaba con tal prestigio, que nunca fue calificado por el profesional titulado universitario con la palabra brujo o hechicero, y el asentamiento tan singular que tuvo en la sociedad de su tiempo choca con la creciente marginación social del morisco como tal, lo cual le condujo a serios enfrentamientos con los profesionales cristianos que tenían regularizado su ejercicio.
Pero, como afirma Luis S. Granjel, “lo que llama la atención es la limitada aceptación del profesional como detentador de un monopolio de saberes y prácticas – concretamente médicas – por parte de la sociedad cristina del momento, que no tiene inconvenientes alguno en requerir los servicios sanitarios de estos moriscos de los que sabía no tenían un titulo universitario ni gozaban de licencia para ejercer extendida por los examinadores reales o municipales. Y no solo no tenían inconvenientes en solicitar sus servicios, sino tampoco en proclamarlos públicamente.
El mejor ejemplo de aceptación de esta relación se ve reflejado en las prohibiciones que pretendían limitar dicha relación, que fueron muy continuas hasta finales del siglo XVI. Lo cual demuestra el asentamiento social del sanador morisco.
Además, los estudios de García Ballester han demostrado que los sanadores moriscos atendían no sólo a los miembros de los estamentos más altos de la sociedad, sino también a multitud de personas pertenecientes a los estamentos medios urbanos, tanto cristianos viejos como nuevos, y entre sus pacientes se encontraban sastres, pastores, mercaderes, estudiantes, labradores, criados, tejedores, etc. Por su parte, los moriscos recurrían exclusivamente a ellos
El sanador morisco gozaba de gran prestigio en todas las clases sociales, entre la aristocracia cristiana, en la burguesía mercantil e incluso en la corte y por tanto habla total ausencia de prejuicios sociales para ponerse en manos de los sanadores moriscos. Luis Collado catedrático de la Facultad de Medicina de Valencia, una de las figuras más sobresalientes de la medicina renacentista valenciana se enfrento violentamente con el sanador morisco Jerónimo Pachet. Y otro ejemplo es el del medico de la corte de Felipe II, Dionisio Daza Chacón, que tuvo un importante conflicto con el sanador morisco Pinterete cuando éste fue llamado a consulta a Madrid para atender al Príncipe Carlos (hijo de Felipe II). Esto es una muestra del prestigio de los sanadores moriscos de la España de aquellos tiempos.
Los enfrentamientos entre médicos y sanadores moriscos tuvieron lugar cuando el morisco acudía a visitar a los miembros de la alta burguesía urbana, del alto clero, de la aristocracia o de la realeza – “gente de calidad” – Había prestigio y dinero. Muy claro lo dice uno de los sanadores moriscos: “… y como este – el morisco – se llevara la honra y dinero le concebían tanto odio los médicos” (AHN, Inquisición de Valencia, leg. 840).
Pero, como afirma Luis S. Granjel, “lo que llama la atención es la limitada aceptación del profesional como detentador de un monopolio de saberes y prácticas – concretamente médicas – por parte de la sociedad cristina del momento, que no tiene inconvenientes alguno en requerir los servicios sanitarios de estos moriscos de los que sabía no tenían un titulo universitario ni gozaban de licencia para ejercer extendida por los examinadores reales o municipales. Y no solo no tenían inconvenientes en solicitar sus servicios, sino tampoco en proclamarlos públicamente.
El mejor ejemplo de aceptación de esta relación se ve reflejado en las prohibiciones que pretendían limitar dicha relación, que fueron muy continuas hasta finales del siglo XVI. Lo cual demuestra el asentamiento social del sanador morisco.
Además, los estudios de García Ballester han demostrado que los sanadores moriscos atendían no sólo a los miembros de los estamentos más altos de la sociedad, sino también a multitud de personas pertenecientes a los estamentos medios urbanos, tanto cristianos viejos como nuevos, y entre sus pacientes se encontraban sastres, pastores, mercaderes, estudiantes, labradores, criados, tejedores, etc. Por su parte, los moriscos recurrían exclusivamente a ellos
El sanador morisco gozaba de gran prestigio en todas las clases sociales, entre la aristocracia cristiana, en la burguesía mercantil e incluso en la corte y por tanto habla total ausencia de prejuicios sociales para ponerse en manos de los sanadores moriscos. Luis Collado catedrático de la Facultad de Medicina de Valencia, una de las figuras más sobresalientes de la medicina renacentista valenciana se enfrento violentamente con el sanador morisco Jerónimo Pachet. Y otro ejemplo es el del medico de la corte de Felipe II, Dionisio Daza Chacón, que tuvo un importante conflicto con el sanador morisco Pinterete cuando éste fue llamado a consulta a Madrid para atender al Príncipe Carlos (hijo de Felipe II). Esto es una muestra del prestigio de los sanadores moriscos de la España de aquellos tiempos.
Los enfrentamientos entre médicos y sanadores moriscos tuvieron lugar cuando el morisco acudía a visitar a los miembros de la alta burguesía urbana, del alto clero, de la aristocracia o de la realeza – “gente de calidad” – Había prestigio y dinero. Muy claro lo dice uno de los sanadores moriscos: “… y como este – el morisco – se llevara la honra y dinero le concebían tanto odio los médicos” (AHN, Inquisición de Valencia, leg. 840).
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